"Tengo cosas más importantes que hacer, dice el poeta. Y se pone a sus versos". de Biel, poeta innombrable.

"Mira a ver en el crepúsculo, que igual hay cobertura". Biel, poeta en ciernes.

He leído a Marcos Biel, un joven poeta de lo cotidiano que ya se ha hecho un nombre entre los líricos de la comarca. Eso será su fin y lo sabe. Escribe listas de la compra sin IVA ni alma. "A mí no me pillan", por ejemplo, me ha encantado. Casi tanto como cuando dejas el tabaco y te apetece fumar.

Ha sido un mal día. He vuelto a leer poesía. Las recaídas no saben de lo inoportuno. La poesía siempre lo es, como cuando el coche no arranca porque falla la batería. No es una avería, es un contratiempo, un mal verso. Leer poesía es lo peor que le puede suceder a alguien en su sano juicio. Mal día.

Yo invertiría las nuevas ayudas al alquiler en construir puentes, que en algún sitio tendremos que vivir.

De la gente que recibe un premio Asturias, un Óscar, un Nobel, un Planeta o cualquier otra zarandaja sólo admiro a quien discreta y elegantemente renuncia a él con un: "os lo metéis por el orto". Del balón de oro ni hablamos.

Madrugar para beber y fumar está mal visto, pero estoy mayor para trasnochar.

Mi salud no, pero yo me sentía mejor cuando trasnochaba, bebía y fumaba.

Ha sido un martes de finales de septiembre anodino. De esos días que echas de menos luego en navidad, en semana santa, el día que te diagnostican o un domingo de elecciones. En definitiva un buen día, casi feliz, como todo lo pueril.

Siempre he temido las ideas muy claras.

Un trabajo para toda la vida. "Para" como verbo.

Estoy en la primera fase del duelo: eligiendo el arma.

En esta ciudad ya no hay ni gorriones, Gustavo. Para rato van a volver las dichosas golondrinas aquellas, las oscuras, ¿te acuerdas?

Han tumbado la reforma laboral de las 37'5 horas porque no se ponían de acuerdo en quitar la media hora los lunes a la entrada o los viernes a la salida.

Rezas, pero ni dios atiende.

Con algunos de por aquí me une que desconocen tanto de mí como yo ignoro de ellos. Nos basta con tomar un trago y el silencio, como con los buenos camareros. Calmar el vacío existencial. Pero seguro que si nos conociéramos en persona nos daríamos un abrazo del que sólo podríamos salir forcejeando.

En lo económico me basta con que cuando fallezca nadie aparezca en casa a embargar mi cadáver. Y en lo de fallecer me conformo con llevar ropa de abrigo por lo que pueda pasar.

No es fracaso, es dejadez, es algo buscado, algo personal. Le haría gracia ahora, al cabo de los años, a la primera chica de la que me enamoré, de cuya personalidad sólo recuerdo su higiene y su ropa.

-¿Cuánto por esta fiambrera? -Por favor, señor, tenga cuidado con los féretros

Una conversación interesante, unos vinos, unas risas, un polvo. Medidas de tiempo que un reloj no puede calcular.

Posible vida microbiana en Marte hace miles de años. Ya me acuesto más tranquilo, Nasa.

Parece indiferencia, pero es mi opinión.

Tengo esto muy abandonado. Apenas escribo y apenas leo. Me sucedió lo mismo durante el bachillerato. Eso y los billares me condujeron a las drogas y al amor mal entendido. Quizás inconscientemente esté tratando de revivir aquellos tiempos. No sé. Lo pienso mientras ojeo un catálogo de motos.

-A veces ni yo mismo entiendo lo que digo. -Pues es su currículum. -¿Y no lo pone ahí?

Parece mentira cómo a lo largo de los años la pereza y la falta de determinación me han traído hasta aquí, a una encrucijada desde la que no hay adonde ir. A una isla desierta de la que no quieres que te rescaten mientras coleccionas lo que no pretendes terminar. Parece mentira la pereza, insisto.

Los últimos estertores de agosto. Que se joda. Qué ganas de niebla, de introspección, de sopa y de ropa de abrigo.

Ella calcula la cuantía de su jubilación y yo mido la distancia hasta el ciprés.

- Mira qué cielo más azul. - Yo odio el azul.

Qué autoridad vas a tener sobre tus hijos si sigues arrastrando los pies.

Dicen que Flaubert reflejaba como pocos la estupidez humana. Lo que se está perdiendo.

Es curioso que se llame rueda de reconocimiento y les pongan en línea recta.

Paciencia, la vida no son tres días. Ahora bien, cuidado ahí, porque se nos va de un día para otro. Pienso en esto mientras sofrío unas verduritas y decido con qué acompañarlas.

Se lo tomen como se lo tomen lo único sensato de la jornada laboral es el horario de salida. El resto es morralla.

No eres tú, eres tu microbiota. Qué polvo enamorado ni qué polvo enamorado.

De cuando viajaba recuerdo pasar de largo de algunos lugares con la única intención de tener ganas de volver. De cuando amaba lo mismo.

Cenaré solo, pero a ver para cuántos cuezo espaguetis. Este dilema universal.

En mi casa es curioso cómo a pesar de las desgracias tenemos una tasa de humoristas por encima de la media europea.

Visto el nivel probablemente cuando Feijóo se lance a hablar en inglés a la comunidad internacional entenderán lo contrario de lo que pretenda decir. Ya le sucedió a Rajoy, y ni siquiera necesitó el inglés.

El desatino está escrito en las estrellas.

Siento empatía y rechazo por estos políticos que cuando algo les sale mal sólo se esfuerzan en empeorarlo. Me sucede en lo doméstico. Y es lamentable, sí.

Todavía no he visto a nadie por ahí hacer café con el agua de hervir las verduras, pero démosles tiempo a los idiotas de las estrellas michelín. Todo llegará.

Es cuestión de tiempo. Personalmente mantengo la esperanza, pero el siglo lo doy por perdido. Ya vendrán siglos mejores.

¿Me lo argumenta para regalo?

Suelo ser un tipo tranquilo, pero me alteran las patrias, las religiones, los idiotas y el reflujo gastroesofágico. No en ese orden necesariamente. Y al reflujo le excuso, al menos no le jode la vida a nadie.

Al margen de la infancia tenemos diez años buenos, los que van desde que dejas de sentir mal de amores hasta que te agobia el calor a partir de veintiocho grados. Que esos diez años coincidan con el consumo de farlopa es mera casualidad.

Ya he comprado los regalos de navidad, que luego son todo hostilidades.

Ha empezado el fútbol, en nada navidad.

Muchas veces deseamos estar lejos de donde están nuestros pies; mientras estos, más pragmáticos, ni siquiera nos echan en falta. Casi siempre deberíamos seguir más a nuestros pies que a nuestro tonto corazón.

Hoy me encuentro abatido, bien. No como ayer que no sabía, dichoso, ni dónde estaba.

Otra tórrida noche de mediados de agosto. Podría ser peor, te consuelas, podría ser navidad.