Una mañana acaecieron cosas y por poco morí. Costándome lo mío, a la postre no fue tal, y ando presentando disculpas.

Un día llamas y ya no hay nadie. Todos los recuerdos acuden intentando atravesar la puerta o colarse por ese teléfono que ya no comunica ni lo hará nunca, y solo aciertas a balbucear un "adiós, te quiero mucho" porque cuatro palabras pasan mejor que una multitud agolpada de añoranzas.

La felicidad, la que te da la vuelta, la que te revienta el alma, no es evidente, no es expuesta; es sutil y se detecta en los detalles, en lo secundario, en aquello para lo que la mente no está entrenada a percibir.

Tú también estás de paso en tu cabeza.

Yo no necesito atención, mira.

Mi padre me habla poco. Lo dice todo mientras no te mira y habla de otras cosas desoyendo tu conversación. Te llena la bolsa de lechugas, acelgas, menta, tomillo, aceitunas, y te dice que ya han vuelto a anidar las golondrinas en su cochera y juega con su perrillo sin querer saber nada de la ciudad.

Están las comadres algo tomadas debrayando sobre el sentido de la vida y la felicidad y preguntan: «usted, que tan bien se la ve, ¿qué dice, Victorita?». Y yo, por corta y callada, sonrío y sirvo otros tequilitas para evitar opinar.

Se ha quedado una tarde estupenda para hacer la compra en el hiper de al lado de casa. Los autos de choque en el parking cuando caen cuatro gotas, esa bolsa rota y sucia que vuela, mira qué bonita, parece una cometa, la segurata guapa que fuma fuera y... la soledad del carrito de fondo.

Iba a hacer un replay supuestamente ingenioso. Así empezó la otra vez.

Esa idea de la inevitabilidad de los acontecimientos acelera el proceso de la decadencia en la que estamos instalados.

Qué olvidado está, y qué a propósito para nuestra vergüenza, el valor de la asunción de responsabilidades personales para construir responsabilidades de sociedad.

Entregar a la voluntad lo que le corresponde a la posibilidad, que a su vez va correspondida por el puro azar. El porvenir y el deleite de la experiencia entregados a una falsedad.

Qué difícil diferenciar ya un medio de comunicación de una persona cualquiera.

Está fatal hablar tanto de uno mismo como hablar de lo de los demás, por eso hay que inventarse casi todo.

Dejan que escriba locutorio en lugar de colutorio sin decirme nada y que así parezca todavía más de lo que soy, que lo soy sin duda.

Programando un propósito pequeño y bueno para el día siguiente, doy sentido a cada amanecer, me evito el sacrificio de mantener una motivacion a largo plazo y dejó de sentirme hoja que lleva el viento. viento. Ya ven si soy pesada

Siempre bobadas.

Bobadas.

Qué yo tenía otros deberes y los cumplía, pero sabía que el sentido de haber amanecido ese día era el paseo por el parque, o el baño caliente al final de la tarde, o el ir comprar dos jitomates que olían de maravilla o enjuagarme la boca con un locutorio en concreto.

Y me dió por dar un propósito ridículo para el martes o el jueves. "El sentido de levantarme hoy va a ser..." qué se yo..., les diría que algo tan menos como tomar el sol media hora en un parque.

Si la vida a lo bruto no tenía sentido, y yo no era capaz de visualizar motivación a largo plazo, pues que menos que buscar una razón única para levantarme mañana.

Y elaboré mi propia babosada que seguro no tendrá valor alguno, pero les comparto.

Y miren, lo de mantener la motivacion para obtener un beneficio a largo plazo cuando le duelen a una todas las articulaciones y al día siguiente debe presentarse como estrella de Hollywood en la chamba es harto difícil, no les engaño.

Pues al más y mejor puro estilo californiano, me empapé primero de relativismo, despues de estoicismo barato, acudí a técnicas de mindfulness y a recursos de meditación. Finalmente, estudié sobre como mantener la motivacion para fortalecer la voluntad.

Sigo.

Ya me perdí.

Y me vino la idea de que yo necesitaba encontrar un sentido (a lo grande) a mi vida porque sin un fin último, sin una meta, pues a ver quien era quien era que aguantaba.

Trabajando siempre en seguimiento de un futuro idílico que igual no llegaría. Aparentando ser más exitosa y mejor (¿qué es mejor?) de lo que era. Porque uno es lo que proyecta.

Pues de cuando yo vivía allá en LA, siendo executive assistant de ocho a seis y cleanning staff de ocho a doce, me dio por preguntarme para qué vivir. Qué sentido tenía.

No sé cómo se hacen hilos aquí. Es incómodo. Post a post, les cuento.

Yo me aburro y me canso y desisto, y si lo hacen, como en las líneas del supermercado, para que recorriendo con la vista caiga en error o en el capricho de comprar necedades, pues –la neta– no soy consumidor rentable.

No estoy hecha para ese tipo de actualizaciones ridículas consistentes en cambiar lo de abajo a arriba o lo de izquierda a derecha, sin motivo ni mejora aparente alguna.

Tengo que dejar de utilizar la expresión: ¡No sé cómo lo haces! Porque luego la gente te lo cuenta paso a paso; con pelos, señales, instrucciones, ingredientes, cantidades, recetas, consejos, recomendaciones, rotondas, salidas, calles, avenidas, rutas, destinos...

No cansa lo mucho que se hace sino la mala disposición con la que se afronta. Y no cansa tanto el hacer con desprecio o desgana como acometer tareas con inseguridad o vergüenza. Lo que se realiza con miedo es, a mí modo de ver, lo que más cansa.

Don Mateo es buena persona, pero tiene una peculiaridad: acapara todo el oxígeno, todo el sonido, todo el espacio.

Hoy hace frío, lluvia, viento pero no es un frío polar helador que ciega con trazas de ventisca, no. Así, puedes sentir a las flores ahí, conspirando.

El grado de soledad está vinculado al del olvido de lo que amas.

Debería de encontrar cierta paz viéndome reflejado en las miserias ajenas, por eso de sentirme menos solo, menos incomprendido. Pero qué va, qué angustia que alguien más sienta exactamente lo mismo. Constatar que es real y no un simple ejercicio de autosabotaje.

Ya no sabe qué hacer para que no me la coma.

Todos y cada uno de los ladrillos que conforman el muro de tu originalidad han sido fabricados en horno ajeno.

El mundo en general y las redes sociales en particular están plagadas de personas carentes de pudor que se definen como harto sensibles.

Antes decía todo en una sola frase y ahora me faltan caracteres. Qué edad de mierda esta.

Hay libros adaptados para personas mayores con problemas de visión. Libros impresos con letras inmensas.

Por lo que sea, se me dieron dos narcisos en esta tierra. Al paso por la trasera de mi patio, un indio viejito guiñó el ojo y, sonriente, por lo que sea, dijo que ahuyentarían las tristezas.

Ya se alargan los días y ya amanece más temprano. Se intuye otra primavera infértil y, sin embargo, poblada reminiscencias imaginarias.

Ocurre, en ocasiones, que logras entendimiento cuando renuncias a él, o cuando desistes por imposibilidad. Y ahí entiendes. Pero ocurre que, ahí también, en ese entendimiento, aceptas la renuncia que lo acompaña: narrarlo. No puedes.