loading . . . Geopolítica de Cisjordania: sin recursos ni aliados y mutilada por la colonización Por Álvaro de Argüelles
Mapas por Álvaro Merino
28 septiembre, 2025
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A una hora de las playas y los festivales de Tel Aviv comienza otro mundo: muros de hormigón, puestos de control militar y una red de asentamientos ilegales que dan cobijo a figuras como el ministro de Finanzas de Israel y gobernador _de facto_ de Cisjordania, Bezalel Smotrich, o Herzi Halevi, exjefe del Estado Mayor. Frente a ellos, tres millones de palestinos viven en ciudades-gueto bajo una Autoridad Nacional Palestina (ANP) acuartelada en Ramala y sin apoyo popular que subsiste gracias a Estados Unidos y el propio Israel.
Cisjordania no es un país, pero tampoco un vacío. Es una tierra atrapada entre los mapas trazados en los Acuerdos de Oslo de 1993 y la progresiva ocupación de Israel. Su historia es una de muerte, colonización y destrucción: el propio término no se explica sin la guerra de 1948, que desgajó en dos mitades un territorio que ya estaba en buena parte unificado desde el siglo XIX bajo una entidad política con capital en Jerusalén. Desde entonces, la Franja de Gaza y Cisjordania han sufrido desarrollos paralelos, primero bajo control de Egipto y Jordania, respectivamente, y después atravesadas por la rivalidad entre Hamás y Fatah.
Desde octubre de 2023, Israel está desangrando y destruyendo Gaza en lo que se denuncia cada vez más como un genocidio. El primer ministro, Benjamín Netanyahu, tiene una orden de arresto de la Corte Penal Internacional por crímenes de guerra y contra la humanidad. Mientras tanto, la situación en Cisjordania también se ha vuelto dramática, con cientos de muertos y la llegada de miles de nuevos israelíes. Ya son más de 750.000 colonos, e Israel no esconde sus deseos de anexionarse “Judea y Samaria”, como denomina al territorio palestino. A falta de que el Estado hebreo sentencie el futuro de Gaza, y mientras reconfigura el mapa de Oriente Próximo a su favor, los cisjordanos siguen con sus vidas como un ejercicio de resistencia.
## **¿De dónde viene Cisjordania?**
La actual Cisjordania, así como la Franja de Gaza, siempre ha sido parte de una entidad superior. Entre el siglo XVI y principios del XX fueron parte del Imperio otomano, como el resto del levante árabe mediterráneo. La dependencia hacia Estambul y los principales núcleos de población variaron a lo largo del tiempo: tras la conquista otomana, Gaza fue castigada por su apoyo a los mamelucos egipcios, mientras que Safad (hoy parte de Israel) entró en declive en 1837 a raíz de un terremoto. Sólo Jerusalén mantuvo un rol especial, al menos en términos político-religiosos. Tanto es así que en 1872 los otomanos crearon el Mutasarrifato de Jerusalén, englobando buena parte de los actuales territorios de Israel y Palestina.
La irrupción del sionismo a finales del siglo XIX y principios del XX amenazó esa continuidad. También permitió hablar de una “historia de Cisjordania” parcialmente ajena al resto de la Palestina histórica. Cisjordania, al interior y montañosa, salió indemne de la colonización inicial de los judíos procedentes del este de Europa, que se centró en la compra de terrenos agrícolas en la planicie costera y arable del Mediterráneo y los alrededores del mar de Galilea. Las adquisiciones fueron financiadas por capital europeo, incluido el de la poderosa familia Rothschild, y la fundación de Tel Aviv en 1909 consolidó el centro de gravedad del sionismo. Entonces, salvo iniciativas como la Universidad Hebrea de Jerusalén, los líderes del movimiento no priorizaron esta ciudad, evitando su espinosa naturaleza religiosa e histórica.
Cisjordania contaba con poca presencia judía a principios del siglo XX, pero la caída del Imperio otomano abrió las puertas. El nuevo Mandato británico de Palestina (1920-1948), auspiciado por la Sociedad de Naciones de entonces, nunca ocultó su preferencia por la causa judía, como dejó manifiesto la Declaración Balfour de 1917. En ese marco, las tensiones aumentaron con la colonización israelí y pogromos árabes como la matanza de Hebrón de 1929. La revuelta árabe de 1936-1939 fue más allá, y exigió el fin del colonialismo británico y del apoyo al sionismo como primera gran protesta en nombre de la población palestina. Para entonces, los colonos eran un 30% de la población. Finalmente, Naciones Unidas propuso en 1947 dividir el territorio en un Estado judío, otro árabe y la administración internacional de Jerusalén.
Sin embargo, lo que separó a Cisjordania y la Franja de Gaza fue la guerra de 1948 de la Liga Árabe con el recién proclamado Estado de Israel. El triunfo junto con la expulsión masiva de palestinos, conocida como la Nakba, permitió a Israel pasar del 56% del territorio concedido por la ONU al 77%, incluyendo las ciudades de Acre, Haifa, Nazaret, Ramla y Jerusalén Oeste. Así, la guerra separó los territorios palestinos y con ello su futuro. En Gaza, Egipto favoreció el “Protectorado de Toda Palestina”, encabezado por el gran muftí de Jerusalén. En paralelo, Jordania (entonces Transjordania) proclamó su dominio sobre la otra orilla del río. La cuestión territorial parecía resuelta con Palestina dividida entre Israel, Egipto y Jordania, con una salvedad: los palestinos seguían reclamando su soberanía, e incluso un nacionalista palestino asesinó en 1951 al rey jordano Abdalá I en Jerusalén. Con todo, Cisjordania terminaría pasando a manos israelíes.
## **La ocupación de Israel: de los asentamientos al muro**
La ocupación de Cisjordania comenzó con la victoria de Israel en la guerra de los Seis Días de 1967 contra sus vecinos árabes. Un control militar que pasaría a estar bajo la pantalla de la Administración Civil Israelí. Aquel conflicto y el de 1973 también forzaron a los países árabes a aceptar la consolidación del Estado hebreo. El liderazgo palestino quedó entonces bajo la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y su líder, Yaser Arafat, que sin embargo se vio expulsada a Jordania, Líbano y finalmente a Túnez.
Sin resistencia internacional y con la OLP exiliada, Cisjordania empezó a ver los primeros asentamientos israelíes en los años setenta, que ampliaban las reivindicaciones del sionismo. Algunas colonias tienen hoy decenas de miles de habitantes, como Ma’ale Adumim, Ariel o Beitar Illit. Israel, que ya había movido el Parlamento a Jerusalén Oeste, expandió su ambición a la ciudad. La Ley de Jerusalén de 1980 la declaró capital “completa y unida”, provocando la denuncia del Consejo de Seguridad de la ONU a Israel como “potencia ocupante” que no respeta las resoluciones de la organización. Mientras tanto, la presión israelí y la inacción de la OLP propiciaron la primera intifada palestina en 1987, así como el auge de Hamás.
Lejos de ponerle fin, los Acuerdos de Oslo de 1993 entre Israel y la OLP facilitaron la colonización. Mientras que Israel salió de Ciudad de Gaza, coincidiendo con la creación de la ANP, el tratado mantenía la ocupación de Cisjordania. Así, el territorio quedó dividido en zonas A (control político y militar palestino), B (control político palestino) y C (control pleno israelí), estas últimas el 60%. La idea era que todas evolucionaran al tipo A, algo que nunca ha ocurrido. Además, el acuerdo dejó fuera el estatus de Jerusalén y concedió a Israel la gestión de la frontera con Jordania. Sin Jerusalén, la ANP tomó la vecina Ramala como capital administrativa, estableciendo su base, la Mukata, en el antiguo presidio británico.
La situación de Cisjordania se agravó con el cambio de siglo. En septiembre del 2000, la provocación del líder opositor israelí Ariel Sharon al visitar la Explanada de las Mezquitas detonó la segunda intifada y una dura respuesta policial y militar israelí. A su vez, fue el pretexto para aumentar la represión y el aislamiento de Cisjordania, con el cierre del aeropuerto de Jerusalén en favor del de Tel Aviv y la construcción del “muro de seguridad” a partir de 2002. El muro, sin embargo, también blinda los asentamientos israelíes y separa poblaciones palestinas entre sí. Esa fragmentación evoca a los bantustanes del segregacionismo blanco en Sudáfrica: de hecho, la Corte Internacional de Justicia declaró en 2024 que Israel estaba llevando a cabo un _apartheid_ en los territorios palestinos, reconocido como un crimen contra la humanidad.
## **Un territorio inviable para los palestinos**
El muro y el control de la frontera jordana han permitido a Israel asfixiar Cisjordania. El territorio tiene cuatro millones de habitantes, incluyendo unos 750.000 colonos israelíes. Son menos que los seis millones de refugiados palestinos en Jordania, Siria y Líbano, pero más que los dos millones de gazatíes antes de la ofensiva israelí desde 2023 y que el millón y medio de palestinos en Israel. Pese a esa fuerza demográfica, Israel ha impuesto más de ochocientos _checkpoints_ __ que fragmentan el territorio y que se pueden tardar horas en atravesar en condiciones de violencia y hacinamiento, además de restricciones aleatorias.
El resultado es que los cisjordanos quedan separados. Separados entre sí, de sus trabajos y de sus tierras, en un territorio donde la agricultura emplea al 10% de la fuerza de trabajo y representa un porcentaje parecido del PIB. Por ejemplo, el olivo sigue manteniendo a casi 100.000 familias palestinas y representa el 85% de los árboles frutales en Gaza y Cisjordania. Además, los soldados israelíes destruyen los pozos de agua, los colonos atacan campos de cultivo, y el agua de lluvia se considera propiedad del Estado israelí.
El otro gran problema de movilidad son las restricciones para entrar en Israel. Sin futuro en Cisjordania, miles de palestinos cruzan la frontera en busca de empleo. En los años sesenta, Israel cambió la idea de una economía aislacionista por otorgar permisos de trabajo teniendo dos objetivos: hacer frente a la falta de mano de obra y controlar a los palestinos. Los permisos de trabajo son una herramienta de control político, sea como método de pacificación o para el castigo colectivo. Después de los ataques de Hamás en octubre de 2023, el número de palestinos con permiso de trabajo en Israel se desplomó de 150.000 a 15.000.
Israel también ha fragmentado Cisjordania en un “archipiélago palestino” con otros métodos. Uno de ellos es construir carreteras diseñadas para aislar las localidades árabes. Otro es el control de la frontera con Jordania, que permite a Israel torpedear la exportación de mercancías palestinas, en especial las que compitan con sus propios productos. De igual manera, Israel dificulta que los extranjeros trabajen, enseñen o estudien en Cisjordania, además de la entrada de académicos y voluntarios. Para los palestinos de la diáspora también es muy difícil acceder a Cisjordania o volver a sus hogares históricos.
El resultado es una economía asfixiada. Está compuesta por pymes, exporta el 90% a Israel y su población trabaja sobre todo en restauración, construcción y otros servicios. Por si fuera poco, el shéquel israelí es la moneda única e Israel recauda los impuestos. El Estado hebreo ha sacado partido de este poder incluso en términos punitivos, por ejemplo, al congelar fondos tras los atentados de Hamás. La situación se ha agravado desde la llegada del sionista radical y colono Bezalel Smotrich como ministro de Finanzas en 2022. Todo ello hace inviable la economía de Cisjordania y garantiza a Israel una mano de obra empobrecida y sin derechos. El territorio depende de la cooperación internacional y el PIB per cápita lleva décadas estancado. Tras el 7 de octubre, el desempleo y la pobreza alcanzan a un tercio de la población.
## **Cómo funciona la colonización israelí**
La otra cara de la explotación israelí en Cisjordania es la propia colonización. En los últimos años, Israel ha aumentado la creación de asentamientos ante la pasividad internacional. En 2025 ya vivían ilegalmente unas 750.000 personas en cerca de trescientos asentamientos y Jerusalén Este. En particular, Israel ha aumentado la presión en esta ciudad construyendo nuevos barrios y desplazando a palestinos de zonas como Sheij Yarrah en 2021. Una práctica habitual es demoler viviendas palestinas donde algún palestino haya sido acusado de terrorismo, un castigo colectivo autorizado por los tribunales israelíes, o con pretextos urbanísticos y administrativos. Según el Comité Israelí contra las Demoliciones de Casas, una ONG, ya se han destruido cerca de 1.400 viviendas en 2025, para un total de 111.000 desde 1947.
La construcción de un asentamiento comienza con una expropiación de un terreno de propiedad privada palestino bajo cualquier pretexto, especialmente necesidades militares. Sólo en 2024 fueron expropiados 26.000 metros cuadrados por orden de la Administración Civil Israelí, la mayoría tras ser declarados “territorio estatal” de Israel. Después comienza la construcción de viviendas con autorización del Alto Consejo de Planificación, bajo control del ministro Smotrich. Además, algunos colonos se benefician de legalizaciones retroactivas e incluso arrebatan por la fuerza los hogares de los palestinos.
La política de asentamientos israelí va más allá de construir viviendas. También impulsa zonas industriales, dedicadas al aluminio o los plásticos, para que las colonias sean viables. Hasta ahora, su construcción y desarrollo depende en buena medida de la Organización Sionista Mundial, financiada por el Gobierno israelí. A todo ello se suma el sector inmobiliario nacional e internacional, que se lucra de la expropiación de viviendas y de la construcción de nuevos asentamientos en Cisjordania. La ONU ha identificado más de cien empresas internacionales, como las estadounidenses Airbnb y TripAdvisor o la neerlandesa Booking.
La mayoría de los asentamientos israelíes se ubican en el Área C designada por los Acuerdos de Oslo: ya hay 491.000 israelíes frente a 354.000 palestinos. Pero Israel ha dejado de respetar siquiera esta distinción al empezar a construir en las zonas B. Las colonias no están formalmente anexionadas al Estado israelí, sino que los soldados que ocupan el territorio regulan su situación a través de edictos militares. Su gobernanza corresponde a los “consejos municipales”, a su vez agrupados en el llamado Consejo Yesha.
Desde 1967, los palestinos del Área C están sujetos a la jurisdicción militar israelí. Con frecuencia son detenidos sin pruebas, con acusaciones infundadas de terrorismo o sujetos a detenciones indefinidas. En la actualidad, hay más de 10.000 palestinos en cautividad, incluidos menores. En cambio, los Acuerdos de Oslo impiden la formación de un ejército palestino: existe un reducido cuerpo policial en el Área A y parte del B. Esta policía, además, depende de Israel y Estados Unidos, no puede arrestar israelíes que hayan cometido crímenes en las zonas A y no actúa cuando los colonos atacan a los palestinos y sus propiedades.
El derecho internacional es claro sobre los asentamientos israelíes: son ilegales. Así lo han afirmado numerosas resoluciones de la Asamblea General de la ONU con base en los Convenios de Ginebra y sus protocolos adicionales, e incluso una del Consejo de Seguridad en 2016 que salió adelante con la abstención de Estados Unidos. La Corte Internacional de Justicia también lo sostuvo en su opinión consultiva de 2024, y reafirmó que Israel ejerce de “potencia ocupante” en los territorios palestinos.
## **Fatah, el motor político de Cisjordania**
Mientras tanto, la primacía política en Cisjordania desde mediados del siglo XX ha pertenecido a un sólo partido: Fatah. De ideología secularista, nacionalista y de izquierdas, la organización fue creada en 1958 por Yaser Arafat en su exilio en Kuwait. En 1964 se creó la OLP, aunando a Fatah y otros grupos palestinos bajo auspicio de la Liga Árabe. Arafat se hizo con la jefatura en 1969 e intentó controlar Cisjordania a través de Jordania y Líbano. Sin embargo, la organización palestina fue expulsada por las armas tras cuestionar el dominio jordano y después por las invasiones israelíes al territorio libanés. Como resultado, la OLP acabó exiliada en Túnez y no recuperó su relevancia hasta los Acuerdos de Oslo de 1993.
La guerra árabe-israelí de 1967 también terminó _de facto_ la dependencia de Cisjordania con Jordania, creando un limbo administrativo que no se cortaría hasta la declaración de independencia de Palestina en 1988. Sin embargo, miles de personas aún arrastran las consecuencias burocráticas de este periodo, con varios tipos de pasaportes y documentos expedidos con distintos grados de validez desde 1950. Ante su difícil posición internacional, la monarquía se ha mantenido inactiva con la situación en Cisjordania.
La Unión Europea y Estados Unidos mantienen en flotación a Fatah en Cisjordania. Es un legado del “compromiso histórico” de Arafat, en el cual renunció a parte del territorio palestino a cambio del respaldo occidental y de seguir controlando Gaza y Cisjordania. Muchos ven en este acuerdo e incluso en la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA), de financiación europea y estadounidense, una victoria pírrica. O peor, una forma de paliar el _statu quo_ frente a un Israel que no esconde su voluntad de hacerse con toda Palestina. Las monarquías petroleras del Golfo también financian programas de ayuda para la población, y podrían tener más protagonismo si llegan a un acuerdo lucrativo con Israel y la Administración de Donald Trump en el marco de los Acuerdos de Abraham.
## **El divorcio entre la población y la Autoridad Nacional Palestina**
Los Acuerdos de Oslo en 1993 sentenciaron la separación de Cisjordania y Jordania, y entregaron el poder a la OLP. Hasta entonces, los palestinos estaban bajo el control militar israelí y en buena medida desconectados de las actividades políticas de la diáspora. Esto quedó claro en la intifada de 1987, un alzamiento popular en Yabalia (Gaza) que se extendió por toda la Franja y Cisjordania. Por primera vez desde la revuelta de 1936, la población palestina y no sus líderes en el exilio eran los protagonistas políticos y mediáticos. Justo entonces nació Hamás en Gaza, fuera de la OLP y bajo el liderazgo del islamista Ahmed Yasín, una organización que Israel apoyaría para dividir al movimiento palestino.
La consecuencia inmediata de Oslo fue la creación de la ANP en 1994, seguida de las elecciones legislativas de 1996, las primeras en la historia reciente de Palestina. Fatah se impuso con un millón de votos, lejos de los 100.000 del Partido del Pueblo, mientras que Hamás boicoteó los comicios. Ese mismo año hubo elecciones presidenciales, que ganó Arafat con el 90% de los votos. Sin embargo, con el tiempo los palestinos quedarían insatisfechos con un Gobierno autocomplaciente e incapaz de confrontar a Israel. Las encuestas en Cisjordania demuestran la baja satisfacción con los servicios públicos (34% en 2024) y la situación económica (12%), y la preocupación por la falta de transparencia (74%). A nivel político, la omnipresente figura de Arafat, con luces y sombras, dejó huérfanos a los palestinos tras su muerte en 2004.
Hamás (44%) superó a Fatah (41%) en las elecciones legislativas de 2006, pero no participó en las presidenciales que ganó el sucesor de Arafat, Mahmud Abás. La convivencia entre Abás como presidente e Ismael Haniya (de Hamás) como primer ministro resultó insoportable ante las diferencias respecto a Israel. Mientras que Hamás había consolidado su brazo armado y cometido atentados terroristas, la ANP creaba una Guardia Presidencial con apoyo estadounidense para hacerse con Gaza. En este escenario, Hamás tomó el control de la Franja, expulsando a Fatah y perpetuando la fractura entre los territorios palestinos.
Palestina no ha vuelto a celebrar elecciones, en parte por la ocupación israelí. Abás, de 89 de años, es visto por los cisjordanos como un sinónimo de corrupción y connivencia con Israel. Los más recientes primeros ministros de la ANP, sin control sobre la Franja, han sido elegidos a dedo, incluido el actual independiente Mohammad Mustafa. La propia OLP es ya una reliquia del pasado; su asamblea apenas se ha reunido dos veces en el siglo XXI, y la suspensión del reconocimiento de Israel ha sido irrelevante. Otra encuesta de 2024 señalaba que, en unas hipotéticas elecciones presidenciales frente a Yahia Sinwar (dirigente de Hamás, a quien Israel mató en 2024), sólo el 13% votaría a Abás, mientras que un 46% se abstendría.
Los palestinos sufren la corrupción endémica: denuncian nepotismo en las instituciones, conflictos de interés y la apropiación indebida de fondos públicos. Mientras unos se benefician del trato preferente, otros denuncian la represión contra las voces disidentes en Cisjordania, incluida la muerte de una periodista en 2024 y la del activista Nizar Banat en 2021, conocido por sus acusaciones de corrupción contra la ANP. Organizaciones como Human Rights Watch han denunciado arrestos generalizados y disoluciones violentas de protestas. Es más, en 2021, la Comisión Independiente de Derechos Humanos de Palestina recibió más denuncias de tortura (252) y detenciones arbitrarias (279) en Cisjordania que en Gaza (193 y 97).
Como parte de este descontento están emergiendo nuevos grupos armados, como las Brigadas de Jenin (2021) o La Guarida de los Leones (2022), que han combatido a la ANP. La mayoría de estas organizaciones tienen lazos con la Yihad Islámica Palestina y en menor término con Hamás, y, por tanto, con la Franja de Gaza. Con todo, son hiperlocales, incapaces de actuar contra Israel de forma coordinada y su influencia se limita a los campos de refugiados. Ninguno tiene apoyo exterior ni medios militares, y la mayoría de los ataques son individuales, con cuchillos y cócteles molotov. Pese a las comparaciones con Hamás, no son organizaciones capaces de emular ataques como los del 7 de octubre de 2023.
La ANP apenas tiene poder. Ha quedado reducido a los decretos-ley de Abás bajo una Ley Básica de 2002 que funciona como constitución provisional. Las competencias se limitan a lo poco que consiente Israel, como la gestión de residuos o los pagos de la seguridad social. La perpetuación de Abás y su intento de controlar el sistema judicial contrastan con su falta de poder real. Además de Ramala, la ANP está limitada principalmente a las ciudades del Área A, donde vive la mayoría de la población: Nablus, Jenin, Tulkarem, Belén y Jericó. Sin embargo, Hebrón, la ciudad más poblada de Cisjordania con 250.000 habitantes, lleva años acosada por los colonos y el ejército israelí, ya sea con toques de queda o _bulldozers_ para destruir negocios. Israel también ha arrebatado una histórica mezquita local para construir un templo judío. El resto de localidades son sometidas a incursiones violentas que suelen dejar muertos.
## **¿Hacia Judea y Samaria?**
Los atentados de Hamás en Israel el 7 de octubre de 2023 también tuvieron consecuencias en Cisjordania. La violencia de Israel se ha disparado en este territorio, dejando cientos de muertos, buena parte menores, repartiendo armas entre los colonos y acelerando la demolición de viviendas. El galardonado documental _No Other Land_ __ documenta este proceso en primera persona, en un testimonio sobre la gradual destrucción de la localidad de Masafer Yatta. Su director, Hamdan Ballal, resultó agredido por un grupo de israelíes.
La Unión Europea y Estados Unidos, aliados de Israel, han tratado esa violencia como un fenómeno individual. Se han limitado a sancionar a “colonos extremistas”, obviando el papel del Gobierno de Benjamín Netanyahu y no impidiendo la colonización. Al contrario: ya en su primer mandato, Donald Trump movió la embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén, una maniobra que Joe Biden no revirtió. Tras su vuelta a la Casa Blanca, Trump ha eliminado las sanciones impuestas por Biden, y varios miembros de su gabinete se refieren a Cisjordania como “Judea y Samaria”, aceptando el marco ideológico sionista.
Los ataques de Hamás y la respuesta de Israel aceleraron los escenarios para el futuro de Palestina. Por un lado, la propuesta de Trump de limpiar étnicamente Gaza y repoblarla con “gente del mundo” podría extenderse a Cisjordania a medio plazo. De hecho, en febrero de 2025 Israel irrumpió con tanques por primera vez en veinte años. Por otro lado, los países árabes habrían trabajado bajo coordinación de Egipto sobre la hoja de ruta de Biden: la vuelta de la ANP a Gaza y la reunificación de ambas mitades de Palestina tras reducir la influencia de Hamás en la Franja, como está haciendo Líbano con Hezbolá. Este plan implicaría rescatar a la ANP de su letargo, incluyendo poner fin al liderazgo obsoleto de Abás. Sin embargo, no hay consenso entre los países árabes, que también buscan influir en el futuro de Palestina, y cuesta imaginar que Netanyahu cambie acepte este escenario en vez de la colonización.
Cisjordania no es tierra de nadie. Fue ocupada por Israel en 1967 y después las promesas de Oslo en los años noventa recibieron el Premio Nobel de Paz, pero resultaron en papel mojado: un plan para apuntalar a la OLP en el poder y una nueva estratagema de Israel para prolongar la ocupación. Si los atentados de Hamás acabaron desembocando en el genocidio de Israel en Gaza, el legado de Arafat y Abás más la colonización israelí también ha resultado dramático en Cisjordania, con la destrucción de hogares y cultivos y la llegada imparable de colonos. Desarmados y empobrecidos, los palestinos en Cisjordania malviven ante la pasividad de los países árabes y el desmantelamiento, en directo, del orden internacional. https://elordenmundial.com/cisjordania-geopolitica-historia-colonizacion-israel-palestina/