loading . . . El 'antifascismo' mata a quien dice que 'esparce odio' y la izquierda aplaude El asesinato de Kirk es menos grave, siéndolo tanto, que el aplauso o la justificación del crimen de los medios, tanto en los USA, donde era muy conocido, como en España, donde no lo conocía nadie. En el fondo, es mucho peor que la SER, con una enorme cantidad de concesiones de radio y en el programa de más audiencia, el de Àngels Barceló, utilice el tono del Gara sobre los crímenes de la ETA, para ellos 'acciones', 'muertes', lo que no ve como asesinato sino como un acto de guerra más, y, en este caso, de 'autodefensa contra el 'fascismo', no ya justificadísimo sino admirable. Que el asesinato haya tenido lugar en una universidad, en el acto de un señor cuyo lema era 'convénceme de que estoy equivocado', muestra la degeneración totalitaria de los campus norteamericanos, convertidos hace tiempo en cubiles de propaganda antisemita y alcantarillas de cancelación. Hemos visto a universitarios bailando para celebrar el crimen como los islámicos el 11-S, o tras la masacre de judíos el 7 de octubre, hace dos años. Lo que aplaudían entonces no era un ataque abstracto contra Israel o el judaísmo, sino cientos de violaciones, torturas, asesinatos y secuestros, actos concretos grabados por los criminales y subidos por ellos mismos a las redes, para humillar a las mujeres, siempre con su libertad atropellada por el islamismo, y presumir de su hombría. Es un modelo de civismo para su pueblo, que, si no estuvieran dispuestos a implantarlo, no exhibirían. ¿Y a esa gente, muchos escudos humanos, otros cómplices, quieren que respete Israel? ¿Para qué? ¿Para reparar sus túneles y volver a violar y matar? Pero ¿en qué momento jóvenes norteamericanos que nacieron tras la época de humillación y venganza del 11-S, hace ya 24 años, empezaron a bailar como los que aplaudían el ataque a las Torres Gemelas y aullaban al ver a los que huyendo de las llamas se lanzaban al vacío? Hubo entonces, aparte del mundo islámico, comunistas de la órbita de Podemos —recuerdo al antes filonazi, luego archirrojo, Jorge Verstrynge—, que decían que ya era hora de que los norteamericanos probaran su propia medicina. Pero ¿tantos universitarios de los USA de hoy aplaudiendo un asesinato? ¿Cuándo pasó? Cuando la raza o el sexo se hicieron argumentos políticos, Cuando la idea de ciudadanía se sacrificó a la tribal y la ideológica. Eso es el wokismo. La careta que usaba el comunismo de Stalin para tapar sus masacres era el 'antifascismo'. La consigna en una de las balas del asesino de Kirk. No dirán los que, al socaire de la parálisis de la Unión Europea y la traición del gobierno Trump a Ucrania y la OTAN, han impulsado el movimiento 'antifa' por la amenaza para la democracia que supone la extrema derecha. La democracia, para estos hijos de Stalin y Putin, de Mao y Pol Pot, del Che y de Jomeini, verdugos y carceleros de homosexuales en Cuba e Irán, es el derecho, y aun la obligación de matar a los fascistas. ¿Pero quienes son esos fascistas? Los que los wokistas y comunistas digan. Para la SER y la Cuatro, pionera en la justificación del asesinato de Kirk, para El País y La Vanguardia, o la Sexta y Televisión Espantosa, es fascista el que ataque a Sánchez por la Ley de Amnistía y la corrupción de su familia, su partido y su gobierno. Fascista es Abascal, Feijóo y Ayuso. Fascistas, los medios que se ríen del Equipo de Opinión Sincronizada de la Moncloa, y de los millonarios justificadores de los delitos sanchistas. Y los que se ríen del Calentamiento Global y el Cambio Climático. O se oponen a la inmersión lingüística, a la dictadura de la ETA y al cupo catalán. Y como fascistas, estará muy bien que nos asesinen. Luego nos difamarán. Como dice Santiago Navajas, 'Escupirán sobre nuestras tumbas'. Ya están preparados para eso. De momento, apoyan fuera; pronto, lo harán dentro. El asesino de Kirk, además de antifascista, era devoto lector de la propaganda trans, una de las banderas del feminismo woke que prescribe la mutilación física o química, ambas irreversibles, de niños y adolescentes. Es una de las aberraciones más graves de las que ha construido el wokismo en los USA, extendida después, a través de las universidades y los medios, por todo el mundo occidental. Siendo el origen de esta tiranía ideológica los supuestos ámbitos de la sagrada diversidad y de la libre opinión, hoy templos de la cancelación y la represión a capricho de los matones rojos, es más nociva la campaña diaria, de los medios de comunicación occidentales. En Pekín, Moscú, Teherán, La Habana, Pyongyang o Caracas, ni lo intentan. Se repite contra Israel y Washington una palabrería idéntica a la de los movimientos contra la Guerra patrocinados por Moscú desde finales de los sesenta hasta la caída del Muro de Berlín. Primero, la bandera fue la guerra de Vietnam, pero cuando cayó Saigón, ningún periodista se quedó a contemplar su obra, que obra suya fue agitar de tal manera a la opinión pública que, sin perder una batalla, Estados Unidos perdiera la guerra. Al dejar Vietnam, Laos y Camboya a merced del comunismo, no quedó un solo periodista para informar de las matanzas de Ho Chi-Min o Pol Pot. El comunismo entra por la puerta, la libertad de prensa sale por la ventana. Conquistada aquella parte de Asia, Moscú, la Meca del comunismo entonces, cambió de bandera con el mismo fin, derrotar a las democracias y al capitalismo. Del 'No a la guerra' se pasó al 'Nucleares no, gracias', con el emoticono amarillo de la sonrisa. Detrás, la negra dentadura del Gulag. España hizo la Transición a la sombra del 'No a la OTAN', de la izquierda, eslogan que ha vuelto para defender la dictadura y los intereses de Moscú. El apoyo a Putin se disfraza de búsqueda de la paz a cualquier precio. El precio es la derrota de Ucrania y, por tanto, la victoria de los invasores, pero la traición de Trump se camufla como 'negociar el fin de la guerra'. Y cuando sufre la enésima humillación de Putin, hace algún mohín dos días. Y vuelta a la paz, que decía el payaso naranja que es lo que quería Putin. Casi dos años después del pogromo del 7 de octubre, el Eje Pekín-Moscú-Pyongyang-Caracas-Teherán puso en marcha una campaña contra Israel y en favor de Hamas, que es como decir Irán. La enfocaron por la hambruna, prueba del genocidio que Israel estaba perpetrando en Gaza. Que la hambruna fuera un hecho básicamente propagandístico, inédito hasta hace pocos meses, halló en los medios una sensibilidad tan tierna, tan acostumbrada al bulo sentimental que aceptaron como hechos las cifras de Hamas y de la ONU, entre cuya gente en Gaza había violadores y asesinos. Este verano, casi toda la información sobre Gaza ha sido propaganda pro-Hamas, el mantra mil veces repetido era 'genocidio', y los periodistas, émulos de los de Vietnam, se han rasgado las vestiduras para demostrar que a corazón nadie les gana, y los políticos los han imitado con el mismo afán. En el noventa por ciento de la información se ha omitido su origen. Sin comprobación, el periodismo es bulo, salvo si la causa es sagrada. Se usan fotos de una niña enferma porque Israel la mata de hambre. Mentira. Y el New York Times dice que eso no tiene importancia. El antisemitismo ha llegado a tal extremo que los medios ni se plantean que piden la victoria de Hamas. Y si triunfa el islamismo, la culpa es de Israel. Ellos, inocentes. Es tan sagrada la lucha contra Israel que cuando la ETA coordina el boicot a la Vuelta a España y Sánchez dice en las Cortes que la Oposición debe decir 'ge-no-ci-dio', a la prensa fina no le molesta la coincidencia. De bailar por el asesinato de Kirk a apoyar a los que bailaban por el 11-S hay muy poca distancia. Entre justificarlo en la SER y apoyar a Hamas, ninguna. https://www.libertaddigital.com/opinion/2025-09-14/federico-jimenez-losantos-el-antifascismo-mata-a-quien-dice-que-esparce-odio-y-la-izquierda-aplaude-7295436/