loading . . . Sí, es deporte. Sí, es política En el año 1936 el COI mantuvo la sede de los JJOO en Berlín pese a las atrocidades que estaba cometiendo el régimen alemán. Entonces, como hoy, aquellos que tenían el poder trataron de deslegitimar al mundo del deporte que mostró su contrariedad con las formas y fondo de ese evento que promocionaba una visión amable del nazismo
El batallón deportivo que defendió Madrid del fascismo
El deporte, reglado y estructurado, como hoy lo conocemos, fue el resultado de un proceso político-económico, la industrialización, que encumbró a una clase social, la burguesía, que fue la artífice de este modo de esparcimiento. Restringido a estas clases adineradas en un primer momento, la lucha de la clase trabajadora por acceder al mismo y la comprensión de las élites dominantes sobre que la generalización de los nuevos deportes podría ser útil para mantener el orden social, convirtieron al fenómeno deportivo en algo transversal.
Fenómeno trasversal pero diferente. Volviendo a enfatizar su carácter político y socio económico, en cada nación el deporte se desarrolló de forma propia, dado el desigual desarrollo capitalista. Así, mientras que en Inglaterra el deporte adquirió unos ritmos y tónicas propias, en nuestro Estado, fruto de su plurinacionalidad, se produjo un dispar desarrollo entre cada uno de los pueblos que lo componen, como ocurrió entre Castilla, con Madrid a la cabeza, Cataluña, con Barcelona como epicentro, o el pueblo vasco, entre otros. De igual manera, dentro de cada territorio y con las peculiaridades de cada uno de estos, las distintas clases sociales y sexos describieron una relación específica con el deporte, aspectos, todos ellos, que podemos constatar en decenas de artículos y libros científicos.
Estas evidencias, que ponen de manifiesto el carácter político del deporte, se han replicado a lo largo de la historia. Así lo hicieron en su mayor competición, los Juegos Olímpicos, cuando en 1920 y 1924 se negó, entre otros, la participación a Alemania como consecuencia de su papel en la I Guerra Mundial. O en 1936 donde, pese a las atrocidades que estaba cometiendo el régimen nazi alemán, el COI mantuvo la sede de los JJOO en el Berlín nacional socialista. Hecho que fue aprovechado por el poder nazi para potenciar una imagen de Alemania a medida de sus intereses.
Entonces, como hoy, aquellos que tenían el poder trataron de deslegitimar al mundo del deporte que mostró su contrariedad con las formas y fondo de ese evento que promocionaba una visión amable del nazismo. Así lo hicieron con la organización de una contra olimpíada, que pretendía rescatar los valores deportivos, denominada Olimpíada Popular, la cual fue tachada de olimpíada politizada, como si Berlín 1936 no lo fuera.
Esa Olimpíada Popular, que esperaba congregar entre 6.000 y 10.000 atletas, iba a ser la mayor expresión del deporte entendido como símbolo de paz, de solidaridad entre pueblos y razas, como mostraba su pretensión de permitir competir a naciones sin Estado en categoría internacional, deportistas profesionales y amateur de forma conjunta y emplear medidas de discriminación positiva hacia la mujer.
Pese a que esa Olimpíada Popular nunca llegó a realizarse, pues el fallido golpe de Estado de 1936, que originó la Guerra Civil, acabo con esta un día antes de su comienzo, si nos mostró un ejemplo de las lógicas de poder en torno al deporte en occidente. Estas se basan en la máxima de que el deporte es apolítico siempre que reproduzca y ayude a mantener el régimen imperante y se politiza cuando es una nota disonante con este.
Así, en estos días, hemos asistido a una nueva muestra de ello. Han pretendido hacernos creer que la Vuelta es una competición apolítica y que la participación de un equipo vinculado al Estado de Israel es mera naturalidad deportiva. Pero ¿es apolítica una competición que traza y exalta con su recorrido las fronteras políticas de un Reino? ¿es apolítica una competición en la que participa un equipo que promociona al Estado de Israel?
No parece ser esa la conclusión que extraen miles de amantes del deporte, quienes han sido tachados de politizadores (como si fuera algo malo que el deporte se vincule con fines pacifistas y soberanistas) y violentos por denunciar el exterminio del pueblo palestino.
Sin embargo, bien haríamos todos y todas en preguntarnos: ¿Quién ejerce la violencia? ¿Quién trata de extender las soluciones pacíficas al campo del deporte de manera simbólica o quien impone que una vuelta, con un equipo de ese calibre, pase por un territorio sin consultar a sus ciudadanos/as? ¿Hubiera habido algún incidente o inseguridad para los deportistas si se hubieran permitido las sentadas pacíficas en el recorrido ciclista?
Amar el deporte es amar sus valores implícitos, como la solidaridad, el entendimiento y el respeto entre pueblos. Valores que no solo ejemplifican los/as miles de aficionados/as ciclistas, algunos/as detenidos/as, sino también deportistas profesionales que alzan su voz contra el uso belicista de su profesión. http://dlvr.it/TN36Z8