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Inspirado en el artículo original “Laberinto” de Razones de Cuba
Introducción: cuando la verdad se tuerce
En tiempos donde la mentira viaja más rápido que la verdad, la Revolución cubana enfrenta un desafío que va más allá del económico: el descrédito sistemático de cada una de sus acciones, por justas y populares que sean.
El texto “Laberinto”, publicado por Razones de Cuba, pone el dedo en la llaga al mostrar cómo cualquier iniciativa del liderazgo cubano es interpretada de forma retorcida por sus detractores.
Si el Presidente limpia una calle, se dice que “finge humildad”. Si convoca al pueblo, se asegura que “lo hace por propaganda”. Si no lo hace, “no le interesa el pueblo”.
En este juego sin salida, cada paso de la Revolución se enfrenta no solo a la escasez material, sino también a un cerco simbólico y mediático que busca restarle legitimidad ante su propio pueblo.
Un laberinto cognitivo. ©️ Blog Futuro mi Cuba
1. La Revolución como proceso y como símbolo
La Revolución cubana no nació de la improvisación, sino del hartazgo ante la injusticia y la entrega de una nación al capital extranjero. Desde 1959, la obra iniciada por Fidel Castro, Raúl Castro y una generación de jóvenes rebeldes levantó un proyecto basado en soberanía, justicia social, equidad y dignidad.
Se alfabetizó un país, se llevó la salud hasta el último rincón de la isla, se garantizó educación gratuita y se construyó una cultura de resistencia que aún hoy define a Cuba.
Sin embargo, desde sus primeros días, los enemigos del proceso revolucionario entendieron que el modo más eficaz de intentar destruirlo no era por las armas, sino por la deslegitimación.
Convertir cada acierto en motivo de burla. Presentar cada sacrificio como fracaso. Sembrar desconfianza. Hacer creer que el pueblo ya no acompaña.
2. Los líderes de hoy: continuidad, no repetición
Con la generación histórica entregando el testigo, Miguel Díaz-Canel ha asumido la conducción del país en uno de los momentos más complejos de nuestra historia reciente: crisis económica global, endurecimiento del bloqueo, pandemia, manipulación mediática y guerra cultural.
Aun así, ha mantenido el principio de gobernar junto al pueblo, bajando a las comunidades, conversando, convocando a la acción directa, escuchando inquietudes y dando el ejemplo.
Sin embargo, cualquier gesto de cercanía o sensibilidad popular es transformado por los detractores en caricatura:
Si barre una calle, se dice que “es puro teatro”.
Si camina junto al pueblo, que “busca cámaras”.
Si habla con franqueza, que “ensaya un guion”.
Esta lógica de la sospecha constante forma parte de una estrategia más amplia: negar la autenticidad revolucionaria, borrar el vínculo entre gobierno y pueblo, y reducir toda acción a un acto vacío.
3. La trampa del descrédito: el todo se critica
Vivimos en una era en la que el enemigo no necesita tanques, sino narrativas.
El artículo “Laberinto” muestra con claridad esta trampa dialéctica: hagas lo que hagas, perderás, porque el campo de batalla no es la acción, sino la interpretación.
Los ejemplos abundan:
Si el Estado convoca a la limpieza de ciudades, se dice que “quiere que el pueblo haga el trabajo que no hace el gobierno”.
Si se impulsa la economía privada, “se está claudicando del socialismo”.
Si se regula, “se asfixia la iniciativa”.
El resultado: ningún esfuerzo es reconocido. Cada logro se reinterpreta como manipulación, cada dificultad como prueba de fracaso.
Se crea así un clima emocional donde la crítica pierde su sentido constructivo y se convierte en puro descrédito.
4. Los pasos firmes de la Revolución, aún bajo fuego
Pese a esa guerra simbólica, la Revolución continúa andando.
Se impulsan micro, pequeñas y medianas empresas que complementan el sector estatal. Se fortalece la digitalización de los servicios. Se amplían programas de atención social.
En el ámbito internacional, Cuba sigue siendo referente de solidaridad, enviando médicos a decenas de países, abogando por la paz y defendiendo causas justas en foros globales.
Cada paso enfrenta resistencia:
Las campañas contra la cooperación médica buscan empañar una de nuestras mayores glorias.
Las reformas económicas son manipuladas para sembrar desconfianza.
Las decisiones soberanas son interpretadas como signos de debilidad.
Y aun así, el pueblo cubano sigue acompañando. A veces desde la crítica, a veces desde el cansancio, pero siempre con la certeza de que lo que está en juego no es solo un gobierno, sino la independencia misma.
5. El pueblo: entre el desgaste y la dignidad
Es cierto: hay cansancio. Hay inconformidades. Hay dificultades que pesan.
Pero también hay memoria, conciencia y patriotismo.
El pueblo cubano ha aprendido a resistir sin odio, a debatir sin vender su alma, a mirar los errores sin perder la fe.
Las generaciones jóvenes —más conectadas, más críticas, más impacientes— piden resultados tangibles. Pero muchas de ellas también reconocen el valor de la soberanía, la educación, la salud pública y la paz que se disfruta en Cuba frente al caos que domina otras regiones.
La Revolución debe seguir renovando su legitimidad, no por imposición, sino por ejemplo. Y eso implica escuchar más, comunicar mejor y seguir actuando de cara al pueblo.
Pero también implica no ceder al chantaje de los que quieren vernos rendidos.
6. Guerra mediática, cultural y cognitiva
El descrédito no ocurre de manera espontánea. Es parte de un plan bien estructurado de guerra mediática y cognitiva que busca moldear percepciones y anular voluntades.
Desde laboratorios de comunicación financiados desde el exterior, se elaboran narrativas que combinan medias verdades con emociones negativas: miedo, frustración, ironía, burla.
Todo se edita, se manipula, se saca de contexto. Y el resultado es una niebla informativa donde la verdad se difumina.
En esa guerra invisible, cada cubano consciente es también un soldado: el que desmiente una mentira, el que explica un contexto, el que no repite sin pensar, el que defiende con argumentos lo que hemos construido entre todos.
7. Fidel, Raúl y Díaz-Canel: la continuidad de una ética
Cada generación revolucionaria ha tenido su prueba de fuego.
Fidel enfrentó la invasión y el bloqueo.
Raúl, la crisis del relevo histórico y las transformaciones económicas.
Díaz-Canel, el reto de la verdad en tiempos de desinformación global.
Pero en los tres hay un hilo común: la fidelidad a Cuba.
Una Revolución no se mide por la ausencia de problemas, sino por la capacidad de enfrentarlos sin traicionar sus principios.
Y en eso, Cuba sigue siendo ejemplo.
Conclusiones: salir del laberinto
El laberinto del descrédito solo se vence con coherencia, comunicación y confianza mutua entre pueblo y gobierno.
No se trata de negar errores, sino de impedir que sean usados como armas contra la nación.
Cada acción revolucionaria debe hablar por sí misma, con resultados visibles, pero también con una narrativa clara que explique por qué se hace, para qué y a quién beneficia.
Mientras los enemigos de Cuba gastarían hasta lo que no tienen para vernos divididos, el pueblo sigue apostando por su proyecto, imperfecto pero propio.
Porque al final, la Revolución no es un edificio: es un camino que el pueblo sigue recorriendo, aun cuando otros lo quieran ver perdido en el laberinto.
✍️ Por: Alejandro Cubano, Blog Futuro mi Cuba
Reflexiones sobre la realidad cubana desde una perspectiva socialista, crítica y Fidelista. https://blogfuturomicuba.wordpress.com/2025/10/10/el-laberinto-del-descredito-la-revolucion-cubana-frente-a-la-guerra-de-la-deslegitimacion/