El dragón exigía lo más valioso que alguien pudiera ofrecer. La observaba erguido, moviendo la cabeza de un lado a otro, clavando sus ojos en los suyos, esperando su tributo con impaciencia. Tras él, brillaba una montaña inmensa de tesoros, cráneos y muerte.
– Tienes toda mi atención –dijo ella.
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