loading . . . Los autómatas que creó Juanelo para Carlos I y Felipe II viajaron muy lejos de Madrid Los muñecos de Turriano se hallan en colecciones particulares en Washington, Budapest, Munich y Viena, sin que se sepa cómo llegaron hasta allí
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Caminando por el Rastro, llego a la calle de Juanelo, una vía que homenajea al relojero de Carlos I y Felipe II. Juanelo Turriano (Cremona-Italia/1500 - Toledo 1585) fue un científico y relojero cuyas creaciones entusiasmaron a los emperadores españoles. Su especialidad eran los muñecos autómatas, movidos por mecanismos de relojería. Uno de estos muñecos caminó por las calles de Toledo pasando la gorra a los transeúntes para recabar sus limosnas. Este hecho, además de dar origen a la calle del Hombre de Palo, propició una investigación por parte de la Inquisición que percibía algo un tanto diabólico en estos prodigios. Se habla también de un autómata que llevaba una bandeja con el desayuno al emperador.
Pues bien, al menos cuatro autómatas construidos por Juanelo para los reyes españoles han sobrevivido medio milenio, y siguen funcionando como el primer día; pero ya no se hallan entre nosotros, puesto que su facultad de caminar, suponemos que sea eso, les ha llevado muy lejos.
Uno de ellos es el “Monje Franciscano”, un muñeco de madera y hierro del año 1562, de cuarenta centímetros de alto, provisto de sofisticados mecanismos de relojería. Representa a un monje franciscano que camina en varias direcciones, mueve la cabeza y los ojos, abre la boca como si estuviera rezando, se da golpes de pecho en señal de contrición con una mano y hace el ademán de imponer una cruz con la otra. Dicho monje estaba inspirado en San Diego de Alcalá, cuyas reliquias habían sido colocadas junto al lecho de Felipe II cuando este sufrió una enfermedad, contribuyendo, al parecer, a su curación. Bien, el caso es que este muñeco autómata abandonó un día El Escorial y emprendió viaje con rumbo ignorado. Nadie logró seguir sus pasos porque, como hemos dicho, el monje tenía la facultad de caminar en varias direcciones. Nada se sabía de él hasta que en los años setenta fue a parar al Smithsonian Institute de Washington, a donde llegó procedente de Ginebra.
Dama española con laúd y su interior, la autómata elaborada por Juanelo
Existe otra muñeca denominada: “Autómata musical de una dama de la corte española con laúd”. Las medidas, la factura y los mecanismos son muy similares al anterior, aunque en este caso la muñeca hace ademán de tocar un laúd. La dama reside en el Kunsthistorisches Museum de Viena.
Otro monje-autómata de las mismas características, solo que con barba, datado hacia 1560, se halla en el Germanisches Nationalmuseum de Munich. Y a un cuarto autómata, denominado “El campanillero” nos lo encontramos en el Museo de Artes Aplicadas de Budapest. Este último es un monje barbado y calvo que sujeta una campanilla con una mano, la cual suena cuando se pone en movimiento.
El campanillero de Juanelo, en Budapest
Los cuatro autómatas de Juanelo Turriano salieron un día de España para conocer mundo y aún no han regresado. Es una verdadera lástima, porque si tuviéramos en nuestra tierra al menos uno de estos muñecos, nos serviría para rendir homenaje a uno de nuestros genios, pionero de la robótica, pudiendo así fomentar el interés por la ciencia en nuestros jóvenes.
Juanelo, italiano de origen aunque español por su larga vida en nuestra tierra, es uno de los personajes más interesantes de nuestra historia científica. Juanelo murió en Toledo en 1585, en esa cruda realidad que España, tantas veces, ha reservado para sus grandes genios: en la pobreza. http://dlvr.it/TNc8rb